viernes, 18 de enero de 2013

Love Manifesto

Ahora que sé de ustedes, que los llevo conmigo a todos lados, no puedo evitar hablar frecuentemente con Dios y agradecerle diariamente por el regalo tan maravilloso que representan en mi vida; pedirle además con todo mi corazón, con toda la fe y la fuerza interna que poseo, con cada fibra de mi cuerpo y todas las ganas que habitan en mí; que los cuide. Que los proteja de todo mal y que bendiga cada segundo de sus días.
Si hay algo que más deseo profundamente, es que sean felices.
Verdaderamente felices. Sin falsas pretensiones ni ideas equivocadas de la felicidad.
Con todos los años de ventaja que mamá lleva en el mundo, les puedo adelantar que es mucho más fácil sonreír con los labios que sonreír con el corazón.
Y es precisamente aquí dónde me detengo para hacerles una primera confesión; mis niños hermosos, si hubo algo, un momento indescriptiblemente maravilloso para sus papis durante este tiempo de espera, fue la mañana inolvidable de nuestras vidas, que vimos por primera vez latir sus corazones.
Créanme que desde entonces papá y mamá no anhelan más, que hacer de ellos unos corazones llenos de bondad, compasión por el prójimo y nobleza.
De sólo imaginarme que con esos mismos corazones pequeñitos y saltarines habrán de enamorarse, hacer buenos amigos y amar a sus propios hijos, no puedo evitar sentirme afortunada, sobre todo al saber que por un tiempo, ellos latieron sin parar dentro de mí.
Sé que por ahora, mientras el vientre de mamá los cobije, he de cuidarlos como mi posesión más sagrada y valiosa, pero no tardará el día en que sean personas independientes y tomen sus propios caminos. 
Cuando ese día llegue, llevarán desde entonces (y para siempre), una parte de sus padres con ustedes, sólo esperamos haber hecho un buen trabajo para que tomen las decisiones correctas. Para que actúen con rectitud, para que sean hombres y mujeres de bien, que toquen la vida de los demás y contribuyan con su granito de arena a hacer de este mundo, un lugar mejor.
No me interesa que saquen necesariamente las mejores notas en la escuela o en la universidad, en esta vida acumular cartones y diplomas no sirve, si es que no somos capaces de tomar decisiones inteligentes en los momentos realmente importantes, me interesa en cambio que sean personas con criterio y ciudadanos con valores.
Tampoco espero como señal de éxito en sus vidas, que posean cuentas de banco abultadas, carros costosos o mansiones con piscina; no mis amores, el verdadero triunfo personal se mide distinto.
Una casa grande pero vacía, no es lo mismo que un hogar y una cena caliente en la mesa para compartir.
No es necesario tampoco conducir autos lujosos para llegar a nuestro destino.
Y la verdad es que lo más necesario, lo más importante y esencial en la vida, no se puede pagar con billetes ni dibujando ceros en los cheques. 
La ropa de marca o los zapatos de diseñador, no los harán personas mejores ni más hermosas. 
La verdadera fortuna descansa en aquello y aquellos que no nos costó precisamente dinero.
Hay tantas cosas que me gustaría contarles, pero sé que aún nos queda mucho tiempo para estar juntos, para salir a caminar y conversar largamente.
Sólo quiero terminar esta vez, declarando que los amo, incondicionalmente, independientemente de sus aciertos o de sus errores.
Dejarles en claro que ustedes son para papá y mamá, el milagro más hermoso, la señal más clara de que Dios nos ama y nos ha bendecido. 
Que nos cambiaron la vida para siempre. Para mejor.
Que no hay, ni habrá día desde que entraron en nuestras vidas, que no nos esforcemos por merecerlos, por hacernos dignos de ustedes.
Que son lo más bonito que jamás nos hubiéramos podido imaginar, la felicidad más profunda, lo único perfecto en un mundo imperfecto, el amor con nombre y apellido.
Con nuestro apellido.