domingo, 4 de diciembre de 2011

Xmas List

Siempre me ha gustado la Navidad casi tanto como mis cumpleaños, recuerdo alistándome de pequeña con la ropa nueva escogida especialmente para la ocasión y esperando ansiosa al resto de la familia. Me recuerdo también viendo películas repetidas sentada en el mueble por la noche, ayudando a pelar todo aquello que sea necesario en la cocina, o simplemente jugando en el patio trasero con mis primos, contando las horas para desenvolver los regalos y disfrutar de la abundante comida.
De chicas mis hermanas y yo, solíamos hacer una lista en un papel cuadriculado de cuaderno, resumiendo nuestras demandas puntuales y sumamente detalladas en lo que a tamaño, color y forma se refieren.
Nunca creímos en Papá Noel o cosa parecida, sabíamos perfectamente nuestros padres habrían de tomarse una tarde entera, para comprarnos aquello que nosotras de antemano habíamos especificado en nuestra lista navideña.
Lo emocionante del asunto, era aguardar llenas de incertidumbre si es que realmente llegarían a adquirir para nosotras, aquello que con tanta ilusión habíamos pedido y tratar de averiguar el escondite que habían escogido ese año, para mantenerlos a salvo de nuestras manos curiosas. 
La sola espera constituía para nosotras la peor de las torturas.
Durante esa época del año mi hermana mayor se volvía la más solidaria de todas, debido a que fue una de esas niñas raras a las que nunca le gustaron los juguetes, a la hora de hacer nuestros respectivos pedidos, nos cedía el suyo para poder adquirir así, el accesorio o el artículo necesario para completar el ajuar o la colección con la que las demás soñábamos.
Recuerdo con claridad a mi barbie hawaiana, rubia, bronceada y delgadísima. El olor a nuevo del Chichobelo de mi hermanita recién salido del empaque y los libros de cuentos con ilustraciones coloridas de mi hermana más grande.
Lo único alusivo en casa a la Navidad, era un árbol de plástico que terminó con el tiempo deshojándose de viejo. Las luces alrededor se encendían cuando había suerte y los adornos colgantes se fueron quebrando y entristeciendo en una caja grande de cartón, que los mantenía más de trescientos días relegados al olvido.
Hoy mis padres y mis hermanas vivimos en ciudades distintas.
Hoy las listas de pedidos las hacen en cambio mis sobrinos. 
Ahora me toca pedirle por teléfono la receta a mamá, del pato al horno que ella y mis tías preparaban cuando niña.
Mi última Navidad la pasé con nieve alrededor y un pino de verdad en la esquina preferida de mi sala.
Escuché misa en otro idioma, puse la mesa para dos y serví por primera vez, la cena Navideña que mis propias manos se aventuraron ese día a cocinar.
Desde que vivo lejos se me terminan siempre por aguar los ojos cuando llega Diciembre.
No redacto más en una hoja de papel cualquiera, una lista de deseos incumplidos. No me doy a la tarea de escribir con esmerada caligrafía, todo aquello que ansío tercamente desenvolver a las doce de la noche.
Desde que vivo lejos, caí en la cuenta que todo aquello que más anhelo, no se adquiere después de hacer largas colas en la caja de un centro comercial, ni usando desmedidamente la tarjeta de crédito.
Lo que me hace más feliz, simplemente no se puede envolver ni comprar en una tienda.
Mi lista se ha convertido ahora, con los años, la madurez y la distancia, en un largo inventario de regalos que poseo.
De razones y motivos.
De personas, de lugares, de recuerdos. De momentos felices compartidos.
Me he vuelto últimamente un poco más inteligente.
Ahora agradezco mucho más y pido todavía menos.
Cuando es Navidad y estás lejos se extraña más de lo acostumbrado, es cierto; pero siempre es bueno aprovechar la ocasión, para convertir la añoranza, la nostalgia, la evocación; en  agradecimiento.
Yo particularmente doy gracias por un año que ya casi se va y que sólo me hizo padecer una simple gripe, por el examen que fallé y me convenció de no ser siempre invencible, por los kilos que subí y me enseñaron a ser menos vanidosa. Por un cuñado trabajador que con su esfuerzo me acercó más a mi hermana y mis sobrinos, por un esposo paciente que aguanta mis arranques y minimiza mis defectos, por el tiempo que habré de compartir y los lugares que habré de conocer con mi hermanita cuando esté de visita, por el sobrino nuevo que está por nacer, por los halagos y el reconocimiento a mi esfuerzo de mi jefa, por toda la gente nueva que conocí y por todos aquellos que ya conocía e hicieron un cambio positivo en mi vida.
Por mi pasaje comprado con destino a una Navidad feliz.
Por mi familia, por mis viejos y nuevos amigos. 
Por la buena salud y el bienestar de los que amo. Y por la buena salud y el bienestar de los que ellos aman a su vez.
Por ti que te tomas tu tiempo y me estás leyendo.
Porque como todos los años... Tengo una larga lista por hacer.

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