Hoy es un día bonito, hoy hace muchos a
os atrás, cantidad que no puedo revelar, nació mamá.
Nació pecosa, con nariz respingada y ojitos marrones claros.
Nació linda, la primera de varios hermanos; destinada a traer al mundo tres reto
os que heredarían su habilidad para los idiomas, sus buenas maneras y su aire refinado.
Comenzó a trabajar aún muy joven, fue a la universidad con un solo vestido heredado de su tía, al cual hubo que hacer reformas para que le entallara a su antojo y un par de zapatos negros, únicos también.
Además de haber sido una estudiante aplicada, mamá fue siempre una hija agradecida, una buenísima hermana y una tía sobreprotectora.
Con el tiempo se convirtió en una abuela de apariencia estricta pero de corazón blando y consentidor.
Mamá solía levantarse todos los días muy temprano y volvía a casa por la noche del trabajo, postergó los lujos o sus gustos propios para legarle a sus hijas la mejor educación, los libros más caros, y la ropa bonita que ella misma nunco pudo usar de chiquita.
Nunca se quejó por no tener respiro alguno en medio de su rutina apretada, nunca desistió en su meta de hacer de nosotras unas mujeres de bien.
No es de aquellas madres que regalan besos y abrazos por doquier, sin embargo ninguna de nosotras ha puesto en duda jamás, su amor infinito. Ella acostumbraba en cambio trabajar sin parar y de corrido, volvía tarde a casa y al encontrarnos ya acostadas, nos repartía besos de buenas noches para asegurarnos dulces sue
os.
De peque
a recuerdo haberle hecho siempre prometer que nunca jamás moriría, la sola idea de su ausencia me embargaba de angustia, la perseguía por toda la casa hasta que al fin cansada de mi acoso, me prometía que nunca se apartaría de mí.
Hoy sin embargo estamos lejos, hoy no puedo cantarle alrededor de una torta, hoy le debo de nuevo el abrazo, hoy no veré su rostro contento al abrir su regalo.
Hoy procuro ser gracias a ella y su ejemplo, una buena hija, una tía preocupada, una hermana dispuesta y algún día una madre tan maravillosa.
Hoy la celebro agradecida; por su legado valioso, por su corazón noble, por su esfuerzo denodado, por sus días sin descanso.
Hoy agradezco las veces que me acogía en su cama cuando las pesadillas invadían mis sue