martes, 9 de octubre de 2012

Y después tú...

Si tuviera que resumirnos hoy en día, diría que nosotros somos lo más honesto que poseo en la vida. Lo más real, lo más imperfecto y bonito.
Después de todo el tiempo que llevamos juntos, he descubierto para mi sorpresa que no me enamoraron de ti tus fingidas buenas maneras; qué importa a estas alturas de la vida y de nuestro amor, cuántas veces me abriste la puerta del auto o cuántas me jalaste la silla. 
Haciendo memoria recuerdo también como solíamos esforzarnos en mantener conversaciones alturadas y cuánto intentabas impresionarme con tus artículos aprendidos casi de memoria del internet. O cuánto odiábamos los silencios entre nosotros porque temíamos parecer aburridos o faltos de química.
Luego, cuando entramos más en confianza, me confesaste sonrojado que dejaste de hacer bolitas de la servilleta después de comer, sólo porque en algún momento te comenté distraída, que detestaba las malas costumbres en la mesa por herencia de mi abuelo.
Debo confesarte ahora, que al inicio me levantaba unos minutos antes que tú para dirigirme al baño en puntitas, pasarme el peine y rizarme las pestañas para lucir "linda natural" para ti temprano por la mañana. Ahora caigo en la cuenta cuánto me dañaron el cerebro Hollywood y sus comedias románticas. Lo lamento, las simples normales mortales como yo, amanecemos despeinadas y con legañas.
No soy reina de belleza, no admiro al Papa, pero sí leo a García Márquez y cuando me acuerdo, deseo también la paz mundial.
Uff qué alivio! No somos perfectos como pensábamos y sin embargo todavía nos queremos. Si lo hubiéramos sabido antes, cuantos falsos piropos, restaurantes caros, maquillaje y cartitas cursis nos hubiéramos ahorrado.
Que suerte la nuestra habernos dado al fin por vencidos.
Que lindo saberte verdaderamente tú y tenerte verdaderamente mío.


martes, 10 de julio de 2012

Musa de Botero

Cuando el espejo malvado de mi cuarto, me comunicó sin menor reparo que había llegado la hora temida, nunca pensé que iba a ser tan difícil.
A decir verdad, ya hacía tiempo que los pantalones me cerraban sólo después de realizar unas cuantas maniobras complicadas y los polos pegados empezaban a formar unas curvas descaradas e indeseables a los costados.
Muy práctica yo y bastante ilusa también, decidí darle tiempo al tiempo y me la pasé postergando lo impostergable.
Yo que he sido siempre, toda mi vida delgadísima, que además solía envidiar secretamente a aquellas muchachas que lograban llenar como Dios manda los jeans; me sentía rellenita, fuertecita, empatadita, en buen cristiano: "gordita".
Había subido de peso y no lo quería asumir.
Pero a mi pesar no fue una subida de peso cualquiera, fue de aquellas memorables, de esas que caes en la cuenta un Lunes por la mañana sin más, y dejas de sentirte automáticamente coqueta. Te inclinas más bien por la ropa "deportiva" y sin darte cuenta, prescindes progresivamente de los accesorios y del maquillaje.
Me sentí de buenas a primeras, poco atractiva.
Mi vanidad se redujo a su mínima expresión, le escabullía a la piscina y esquivaba los vidrios y las ventanas de los edificios.
Refundí en un cajón los tops y los vestidos apretados, guardé en una caja mis tacos y sandalias altas, mi rutina cambió al punto que terminé visitando tiendas que nunca antes había siquiera pisado.
Sin embargo, ni el espejo alargado de mi armario, con todo y su honestidad fulminante, me pudo preparar para el shock que pensé había sobrevivido ya, después de usar valientemente la balanza del baño.
La tan temida subida de talla.
Deprimida yo, deambulé entre mis pensamientos, confundida, preguntándome cómo era posible que las mujeres de hoy, nos resignemos a quedar atrapadas en unas letras minúsculas, diminutas, nada democráticas las muy hijas de puta.
Unas letras pequeñitas impresas en toda nuestra ropa, marcándonos como ganado, que pretenden además definirnos, clasificarnos, estereotiparnos sin derecho a réplica.
Hacernos mejor, peor, más o menos lindas.
A quién se le ocurrió tal infame idea, quién fue capaz de satanizar unas letras inocentes del abecedario?
Me rehúso! Decidí un buen día, armada de valor.
No permito que una insignificante consonante, tenga el descaro y la frescura de decidir por mí, quién soy o cómo me debo sentir.
Desde entonces el espejo me sonríe. Los escaparates me guiñan el ojo y la balanza se ha vuelto benigna.
Pensándolo bien, mi nombre está lleno de letras bonitas.
Mis libros favoritos también, los mails de mis amigos, las cartas de mi familia.
Los mensajes de amor pegados en mi refrigerador y las tarjetas de cumpleaños que conservo agradecida.
Sí, esas son sin duda, las letras importantes en mi vida.




sábado, 12 de mayo de 2012

Perfectamente imperfecta

Hace ya un buen tiempo que llevo alejada de mamá. 
Se podría decir que han pasado varios meses desde la última vez que hablamos.
Un buen día me hirió de muerte vía e-mail. Una mañana trágica en un hotel muy lindo en San Petersburgo.
Es curioso como la tecnología es capaz de ayudar a romperle el corazón a uno, pensé aquella mañana nublada de vacaciones.
Probablemente no alcanzó a medirse, seguro estaba tan preocupada la pobre, tan pero tan molesta, que la rabia terminó envolviendo por completo sus palabras.
Después de leer sus fulminantes líneas, decidí aquél día que me merecía un tiempo para procesar a solas el dolor, para atenuar así mejor la pena. 
Para terminar de comprender que mamá también se equivoca.
Que mamá se enoja, que por ratos olvida que estoy lejos y que aquí no tengo mamá de repuesto. 
Que la distancia multiplica la incertidumbre, que las palabras no suenan lo mismo si no me las dice parada frente a mí. 
Que no puedo responder mirándole a los ojos, ni ella puede ver las lágrimas que recorren mis mejillas.
He tenido que crecer todo lo que modestamente he crecido, para reconocer cuán mortal es mamá.
Tan hecha de carne y hueso como cualquiera, tan llena de aciertos y desaciertos, como lo soy yo por ejemplo.
Ese fue mi último y más valioso descubrimiento.
Ahora me la imagino sin alas, sin trono, varita mágica, altar ni corona. 
Definitivamente menos super héroe y más humana.
Simplemente más mamá.
Como lo seré yo algún día supongo.
Equivocándose e hiriendo, como yo lo haré sin querer en algún tiempo.
La pena que dejaron sus palabras, se ha ido convirtiendo para mí en una nueva e inesperada perspectiva. En un matiz diferente.
Se debe seguramente a la capacidad que tenemos los seres humanos para sobrevivir al dolor, reconstruyendo de escombros lo que queda, volviendo cierto lo incierto.
Me aterra un poco imaginar cuántas veces habré de romperte el corazón un día lejano. Y cuántas veces ni siquiera sospecharé haberlo hecho.
(Te pido disculpas desde ahora mi amor, sé cuánto duele. Te prometo que no fue, ni nunca será mi verdadera intención).
Ahora en cambio, a diferencia de hace muchos años, tengo la certeza que seré algún día una mamá completamente imperfecta; que perderé la paciencia fácilmente, que postergaré los abrazos que te hagan falta, que daré por sentado que has de saber cuánto te quiero.
Lamento si en el futuro no mido mis palabras, si se me hace más fácil criticarte que premiarte con besos. 
No es maldad, incomprensión ni falta de cariño, es que soy sencillamente un ser humano... Ni más ni menos.
Confío en que habré de hacer un buen trabajo, como el que mamá alguna vez hizo conmigo.
Al menos lo suficientemente bueno como para que todas tus dudas se disipen a la hora de la gran pregunta. Para que sepas de memoria y sin lugar a titubeos, que este yo tan incompleto, te ama de la única manera, arte y ciencia, que no conoce equivocaciones. 
Que mi amor por ti será el mismo que mamá siente por mí, tan igual, tan así... Tan humano pero al mismo tiempo tan perfecto.



domingo, 4 de marzo de 2012

Más de ochenta los motivos

Dicen por ahí que es una gran cosa eso de ser madre de una madre.
Dicen también que el amor no es perfecto hasta cuando llega el primer nieto.
Eso lo debes saber tú mejor que cualquiera.
Son sólo tus abrazos los únicos capaces de transmitirme ese amor que el destino guardó de generación en generación para mí.
No hay remedio casero ni más efectivo que tu voz al teléfono cuando me gana la nostalgia y el frío de estar lejos.
Pero sabes, de todas las muchas cosas que extraño, echo de menos tu simpleza, tu humilde rutina. 
Extraño verte recorrer la cocina y la sala con la prisa de quien va a perder el tren, con el simple afán de atenderme.
Se que más de una vez pequé de cómoda en alguna que otra visita, pero aquí entre nos, no fue pereza o desgano; siempre he sabido que para ti, esas pequeñas diligencias son tu forma favorita de querernos.
De hacernos sentir bienvenidos.
De dejarnos saber que en tu casa somos todos especiales para ti.
Qué no daría yo por cruzar el parque y sentarme un ratito a tu mesa.
Qué no estaría dispuesta a cambiar, porque calientes el agua y llenes mi taza como de costumbre.
Anhelo contarte con mis manos y mis labios como transcurrió mi día, quiero hacerte bromas y que dejes escapar esa risa honesta que llevabas postergada por un tiempo.
Extraño que tu corazón generoso me mire con ojos de orgullo.
Quiero sentirme pequeña de nuevo contigo.
Ser tu nieta que llega de repente de visita.
Quiero enumerarte que son más de ochenta mis motivos, que lo extraño a él casi tanto como tú y que hace poco me visitó entre sueños y me sonrió complacido.
Suprimir la distancia y la línea telefónica para que mis te quieros te lleguen más cerquita al oído.
Que pasemos juntas la tarde y sentirme vulnerable a tu lado.
Dejar de ser por un instante hermana, hija o esposa, para ser tu Milenita que está lejos y te ansía.
Quiero que de nuevo seas tú quien ponga la mesa, que compartas conmigo tu pan, tu consejo y tu abrigo.
Quiero que te pongas contenta porque subí cinco kilos y en tu tiempo los kilos emulaban bienestar y belleza.
Quiero ser gordita para hacerte feliz.
Quisiera al fin deshacerme de la pena de pasar otro cumpleaños sin ti, dejar olvidado en algún remoto lugar, la angustia de un reencuentro para siempre pendiente.
Te extraño y te amo.
Y debes saber también, que nada me hace más dichosa ni más afortunada, que seas tú la mamá de mi mamá.


miércoles, 22 de febrero de 2012

La espera que no desespera

A lo largo de nuestra vida hemos tomado muchas decisiones sin pensar y una que otra a la ligera, sin embargo decidirnos que ya era tiempo de que llegaras a casa y nos cambiaras la vida por completo, nos tardó días, semanas y años enteros. Lograr despejar nuestras dudas y terminar convencidos que estábamos listos para ti, no fue tarea fácil.
Pero si soy verdaderamente sincera contigo, debo confesar que los titubeos nunca se borraron por completo, que los miedos que intentamos espantar entre los dos, aún pululan distraídos en el aire.
Debo contarte también que hay días de flaqueza, que hay momentos de pánico, que nos aterra perder independencia, que nos cambia el semblante la sola idea de no viajar por el mundo tan espontáneamente como hasta ahora, y aunque suene muy egoísta también, tememos postergar nuestros gustos y necesidades por las tuyas.
Nos costó hacer el balance de estos años que llevamos juntos, para concluir que había llegado el tiempo y el lugar para ti. 
Hemos analizado detalladamente y seguido los consejos de nuestro corazón, para determinar que sí, que efectivamente este amor nuestro es lo suficientemente fuerte y profundo para incluirte, que nuestros brazos debiluchos se han vuelto capaces de sostenerte y que a nuestra rutina tu ausencia le ha robado descaradamente la sonrisa.
Por mi parte he dejado de visitar con frecuencia mis tiendas favoritas, ahora camino por las calles y me hago la loca para evitar la tentación. Me tomo más tiempo para comparar precios en el supermercado y procuro alimentarme más sano y mejor.
Él ha decidido trabajar horas extras y llega por eso un poco más tarde y más cansado que de costumbre a casa. Dejó a un lado los catálogos con accesorios para motocicletas y renunció a su idea con los trenes a escala porque decidimos que ese espacio sería exclusivamente reservado para ti.
No hay certeza que estemos haciendo lo correcto, tampoco puedo prometer que seamos los mejores cuando llegues; que te podamos comprar los juguetes más sofisticados, la ropa más cara o pagar la escuela más exclusiva.
Sólo quiero que sepas que eres deseado y bienvenido.
Que hemos crecido y madurado para ti.
Que somos el uno para el otro.
Que estamos a la espera.
Que no hay día que no añoremos con ansias que te decidas por fin anidar en mi vientre.
Tengo la seguridad que te encuentras detenido en el aire, mecido por la tibieza de mis más profundos anhelos.
Que pronto ha de llenarse el lugar más importante que tiene reservado mi vida y bañará mis días con auténtica ilusión.
Debe ser entonces, que lo más bonito y preciado se toma su tiempo en llegar; pero cuando las ganas son genuinas, cuando el amor es real, la espera nunca desespera.