Siempre he sido la más bailarina de mis hermanas, de chiquita encendía la radio para bailar los hits del momento con una falda celeste cortita y de pliegues, que se movía al compás de una canción casi impronunciable pero sumamente pegajosa, me encantaba porque se parecía mucho a la falda que las bailarinas del video mostraban con orgullo y fue como se acostumbraba en mi infancia y en una familia grande, heredada de una prima mayor.
Esa micro falda que con el uso y el tiempo se empezaba a volver color agua marina, constituía por aquél entonces mi traje estrella.
Por las tardes de verano, me recuerdo bailando solita en la peque a terracita de mi casa de hexágonos color rojo oscuro.
Cada fiesta infantil a la cual asistíamos mis hermanas y yo cual comitiva, era testigo de mis coreografías ensayadas y alguno que otro paso imprevisto.
Quizás no fui del todo talentosa en la pista de baile, pero debe ser que mi carisma y mis ganas se reflejaban a través de mi trajecito de fiesta impecable recién planchado y de mis zapatitos de charol con mis mediecitas cubanas. Así que era sabido entre mis contemporáneos y hasta por mis propios padres, que al regresar a casa llegaría contenta alzando cual trofeo, después de haber ganado algún concurso de baile organizado por la mamá del cumpleaero, una bolsa inmesa tama o familiar de chizitos.
Ahora de grande a oro aquellas tardes de fama, entre ni os alborotados, bocaditos de colores, decoraciones de telgopor y montones de sorpresitas.
Los Tico-Tico solía cedérselos a mis hermanas porque nunca me llegaron a convencer con sus muchos colores, sin embargo las galletitas Fresita, los caramelos Monterrey, los Perdigones, los Cocorocos y mis favoritos chicles Dos en Uno, de cuya ausencia aún no me logro reponer, constituían un tesoro preciado para cualquiera que se hiciera llamar ni o.
Todavía me sorprendo a mí misma a mis veintisiete, tarareando un estribillo pegajoso y muy antiguo: "Kid bolita chupete chupetón miel de rico caramelo chicle globo corazón", o bueno algo así era la cancioncita en cuestión.
Mis sobrinos ahora me piden que les mande Nutella y Kinder-Schokolade. No conocen ni han escuchado por asomo de mis dulces de anta o, sus golosinas en cambio, están ahora llenas de sofisticaciones. No se conforman con acallar su llanto o hacer las veces de elemento persuasivo, sino que tienen que poseer funciones, sonido y luces extravagantes.
Hoy bailan en su mini versión de "La Hora Loca" en vez de hacerlo en círculo alrededor del due o del santo acompa ados de una musiquita de fondo que suena algo así como: "que la rompa Felipe nooo, que la rompa Isaito noo, que la rompa Julito nooo... mamita mamita..."
El tiempo sigue su curso, no da marcha atrás ni se detiene a darnos un respiro, yo por mi parte no dejo de cumplir a os religiosamente cada treinta y uno, pero a pesar que mi D.N.I ya tenga muchos stickers de votación, sigo comiendo dulces cuando me antojo, aprovecho en jugar a las mu ecas con la hijita menor de mi amiga y ensayo uno que otro pasito que de peque mi memoria se rehusa a olvidar.