jueves, 24 de marzo de 2011

Dulces memorias

Siempre he sido la más bailarina de mis hermanas, de chiquita encendía la radio para bailar los hits del momento con una falda celeste cortita y de pliegues, que se movía al compás de una canción casi impronunciable pero sumamente pegajosa, me encantaba porque se parecía mucho a la falda que las bailarinas del video mostraban con orgullo y fue como se acostumbraba en mi infancia y en una familia grande, heredada de una prima mayor.
Esa micro falda que con el uso y el tiempo se empezaba a volver color agua marina, constituía por aquél entonces mi traje estrella.
Por las tardes de verano, me recuerdo bailando solita en la pequeña terracita de mi casa de hexágonos color rojo oscuro.
Cada fiesta infantil a la cual asistíamos mis hermanas y yo cual comitiva, era testigo de mis coreografías ensayadas y alguno que otro paso imprevisto.
Quizás no fui del todo talentosa en la pista de baile, pero debe ser que mi carisma y mis ganas se reflejaban a través de mi trajecito de fiesta impecable  recién planchado y de mis zapatitos de charol con mis mediecitas cubanas. Así que era sabido entre mis contemporáneos y hasta por mis propios padres, que al regresar a casa llegaría contenta alzando cual trofeo, después de haber ganado algún concurso de baile organizado por la mamá del cumpleañero, una bolsa inmesa tamaño familiar de chizitos.
Ahora de grande añoro aquellas tardes de fama, entre niños alborotados, bocaditos de colores, decoraciones de telgopor y montones de sorpresitas.
Los Tico-Tico solía cedérselos a mis hermanas porque nunca me llegaron a convencer con sus muchos colores, sin embargo las galletitas Fresita, los caramelos Monterrey, los Perdigones, los Cocorocos y mis favoritos chicles Dos en Uno, de cuya ausencia aún no me logro reponer, constituían un tesoro preciado para cualquiera que se hiciera llamar niño.
Todavía me sorprendo a mí misma a mis veintisiete, tarareando un estribillo pegajoso y muy antiguo: "Kid bolita chupete chupetón miel de rico caramelo chicle globo corazón", o bueno algo así era la cancioncita en cuestión.
Mis sobrinos ahora me piden que les mande Nutella y Kinder-Schokolade. No conocen ni han escuchado por asomo de mis dulces de antaño, sus golosinas en cambio, están ahora llenas de sofisticaciones. No se conforman con acallar su llanto o hacer las veces de elemento persuasivo, sino que tienen que poseer funciones, sonido y luces extravagantes.
Hoy bailan en su mini versión de "La Hora Loca" en vez de hacerlo en círculo alrededor del dueño del santo acompañados de una musiquita de fondo que suena algo así como: "que la rompa Felipe nooo, que la rompa Isaito noo, que la rompa Julito nooo... mamita mamita..."
El tiempo sigue su curso, no da marcha atrás ni se detiene a darnos un respiro, yo por mi parte no dejo de cumplir años religiosamente cada treinta y uno, pero a pesar que mi D.N.I ya tenga muchos stickers de votación, sigo comiendo dulces cuando me antojo, aprovecho en jugar a las muñecas con la hijita menor de mi amiga y ensayo uno que otro pasito que de pequeña me llevó a la gloria y que mi memoria se rehusa a olvidar.  




No hay comentarios:

Publicar un comentario