viernes, 10 de junio de 2011

Té Toro

Ella suele invitar siempre lonchecito en su casa y a pesar del verano ardiente y sofocante en las calles, ninguna estación calurosa es excusa suficiente para eludir el té negro calentito a eso de las cinco. 
Costumbre que heredó, imagino yo de mi abuelo. 
Durante mi niñez vi muy poco a los adultos de la familia tomando café, la mayoría en cambio, tomaba religiosamente por la tarde el té que además según instrucciones expresas, era pasado en una vasija blanca de porcelana.
Mis abuelos eran poco fanáticos de las infusiones en bolsita o del café en lata.
Ellos en cambio seguían a diario el ritual familiar de darse a la tarea de preparar manualmente y con harta paciencia aquél líquido divino.
Mi memoria guarda perfectamente la imagen de unas cajitas pequeñas de un color rojo intenso. Y en el medio, cual estrella de un cuadro, la silueta de un toro negro.
Desde hace mucho, desde la ausencia de mi abuelo; mi abuelita decidió adaptarse a estos tiempos modernos y forman ahora parte de sus compras de fin de semana, un par de cajas de té filtrante McColin's.
Sin embargo supongo que ella añora tanto o más que yo, el tecito pasado que con perfección preparaba para todos su adorado esposo.
Recientemente adopté la costumbre en Alemania de tomar con mucha más frecuencia café. Digamos que aquí es un elemento infaltable para inciar el día como Dios manda y para acompañar los pastelitos durante alguna que otra reunión familiar.
Pero hay tardes que me atrapa la nostalgia y me veo a mí misma sentada en aquella mesa inmensa color marfil de mis recuerdos, tomando el té muy bien acompañada.
Entonces me animo a prepararme en secreto alguna taza de té tibio que al menos consuele un poquito mis ganas de tomar lonche como antaño.
Y es cuando mis labios tocan ese líquido marrón oscuro, que puedo escuchar el ir y venir de mi abuela en la cocina, ver a mi abuelo llegando de comprar el pan y puedo además saborear las aceitunas negras y la palta con sal.
Lamento mucho que algún día mis propios hijos no puedan deleitarse con el espectáculo de la preparación y con el sabor envidiable del té de su bisabuelo; al menos no del té pasado que varios años antes preparaba con tanto amor para nosotros el experto.
Imagino que mi abuelita hoy cada tarde, cuando se oculta el sol, al momento de calentar el agua y poner la mesa, sonríe por dentro complacida porque ahora en el cielo, donde las cajitas de té toro aún existen y nunca las volverán a descontinuar, disfrutan del mejor té negro que hasta Dios, nunca antes se pudo siquiera imaginar.



1 comentario:

  1. Hola, vaya que el post ya tiene casi un par de años, pero llegué hasta aquí justo por una broma que me hizo un primo mío, después de tiempo que nos vimos y me dijo primo estás como té toro que no te dejas ver, aunque recuerdo que el comercial decía Té Toro que sí se deja ver, y buscando si existía aquiel comercial por internet, llegué hasta este blog que justamente me pareció muy lindo porque justamente narra las vivencias de infancia y me sentí muy identificado, y me parece que eres de Trujillo?, porque justamente desde Trujillo es desde donde escribo.
    Hermoso post, espero seguirte, saludos cordiales.

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