miércoles, 25 de mayo de 2011

Hablando de cambios...

Pronto será la segunda vuelta electoral en mi país, no soy muy amante de la política a pesar de mi vocación social, pero sin embargo no puedo dejar de sentir curiosidad y ver con asombro como andan de revueltas las cosas allá de donde yo vengo.
La verdad es que ninguno de los actuales candidatos cumplen a mi parecer con el perfil ni me dan buena espina. No voté ni hubiera pensado jamás votar por alguno de ellos.
Pero la historia es ahora otra y sólo quedan ambos como opciones válidas.
Quiere decir que la actual coyuntura obliga a cada peruano a elegir inevitablemente por uno de ellos; algunos se regocijan porque su preferido pasó a la última ronda, otros en cambio prefieren votar en blanco. Pero  para ser francos esa última opción tampoco me convence, siento que sería como tomar el camino fácil, algo así como lavarse las manos y rechazar a formar parte de la historia, o mejor dicho a escribirla.
Los dos son cuestionables por donde se les mire, los dos tienen rabo de paja como se dice.
La única frágil diferencia que muchos no ven, o al menos se rehúsan a hacerlo, es que a uno de ellos, o mejor dicho, "ella", representa  indirectamente la oportunidad que el pueblo peruano alguna vez le confió a su padre y que a pesar que algunos quieran negarlo, malgastó y abusó. Y quien sabe hasta la continuidad del que fue un gobierno nefasto.
En conclusión, podría ser considerada como un mal ya conocido.
Pero supongo que las personas le temen más aún a lo que no conocen. A lo nuevo, a lo incierto.
Por eso aquellos que no poseen una memoria frágil, prefieren muy a su pesar votar por una propuesta no tan "revolucionaria".
Pero qué es revolucionario después de todo?
Seamos críticos, puede ser que parte de los que hasta hoy poseen dudas respetables sobre el plan del candidato, basen sus miedos no precisamente en la estatización o supuestas medidas que provoquen inestabilidad económica, sino más bien sientan un pánico oculto a la pérdida de su estatus.
Entre tanto me pregunto, será que nos está llegando con claridad y transparencia el mensaje, o más bien los medios indirecta y subliminalmente pretenden decidir por nosotros?
Me molesta que minimicen nuestros propios puntos de vista, que se corra la voz y pretendan influir en nuestra decisión. Ni Bayly ni Vargas Llosa pueden hacer las veces de mi conciencia ni elegir por mí.
No poseo una billetera abultada ni una cuenta en el banco que me asegure el bienestar de por vida, no tengo una memoria olvidadiza y me niego rotundamente  a dejarme llevar por manipulaciones o falsos golpes de pecho.
No, soy en cambio como muchos millones de seres más, una peruana que confía en la buena voluntad y cree verdaderamente que han llegado tiempos de cambios.
Que es consciente que las diferencias abismales que existen entre nosotros nacieron de la pobreza de algunos, de la inadecuada educación de otros, de la carencia de muchos.
Estoy segura que llegaran tiempos mejores en los cuales todos seremos uno.
Un espacio y lugar donde recibamos las mismas oportunidades y alcancemos el éxito que nuestro esfuerzo merezca.
Hasta ese día, procuraré mirar al futuro con optimismo.
Gane quien gane, una nación no está compuesta por un presidente o presidenta, ni por una junta de ministros, ni siquiera por los propios congresistas.
Nación somos nosotros, todos y cada uno.
El cambio que necesitamos al fin y al cabo, no se dará un día Domingo de elecciones, ni lo decidirá únicamente una cartilla de votación. 
El cambio, hay que reconocerlo, somos tú y yo.




The story

Viendo la tarde pasada una de mis series favoritas por internet, Grey's Anatomy, me topé con una canción hermosa que fue interpretada por una de las actrices principales de la serie, en uno de los capítulos más emocionantes y conmovedores que me hizo dejar caer litros y litros de lágrimas.
Al término de éste me quedé escuchando atenta con los ojos cerrados la letra y la melodía de la canción.
Luego mi mente divagó sin descanso.
Cada uno de nosotros es un universo diferente, distinto y particular.
Todos poseemos historias que cargamos a cuestas y marcas que nos durarán para toda la vida.
Todos tuvimos momentos de felicidad absoluta y etapas en las cuales nos sentimos desvalidos y habitamos aquél remoto lugar donde reinan las penas más hondas.
Aunque mi mente prefiere evitar recordar los largos instantes en que mi corazón  fue echado al olvido y mi espíritu opacado por el dolor; termino asociando cada pena, cada tristeza, cada dificultad, con tiempos mejores.
Mis pies han recorrido todavía muy poco comparado con lo que mi corazón ha caminado ya.
He tomado decisiones apresuradas, me he dejado llevar por el miedo, no me tomé la molestia en varias ocasiones de despejar mis dudas.
Me equivoqué varias veces.
Aposté y perdí.
Nací y crecí muy lejos, sin embargo cada error, cada lágrima, cada sensación de frustración, la desesperanza; fueron todas necesarias para llevarme hasta aquí.
Para encontrarme precisamente en este punto, en este lado del mundo, sentada frente a esta pantalla.
Todas ellas se fueron dando perfectamente calculadas y sin pensarlo.  Se convirtieron con el tiempo y mi experiencia, de casualidades a "causalidades".
Cada detalle de mi historia, por más insignificante que parezca, me trajeron hasta aquí.
Me llevaron sin saberlo a donde siempre quise estar.
A donde realmente pertenezco.
Al final cada dificultad me entrenó, cada decepción me volvió más cautelosa, cada pena me hizo más fuerte, cada equivocación me enseñó.
Hoy no me arrepiento de mis errores, no ansío poseer una máquina del tiempo ni pretendo cambiar el pasado.
Hoy valoro todo aquello y aquellos que alguna vez me causaron dolor, pero que ciertamente me condujeron sin quererlo a una versión elevada y mejorada de mí misma.
Hoy no olvido pero perdono.
Hoy sabemos tú y yo, que la historia de mi vida me tenía preparado un final feliz.
Todos los mares, todos los cielos, cada kilómetro, todas aquellas despedidas; me llevaron hasta ti.
Cada línea de las palmas de mi mano, cada cicatriz que dejaron mis caídas, cada marca del sol, cada diminuta arruga que se asoma; cuentan mi historia que desde el comienzo de los días, tenía planeado incluirte.
Porque para ti, ahora lo sé, desde siempre fui pensada y hecha.




jueves, 19 de mayo de 2011

Windy love

Durante estos últimos días, cada vez que enciendo la compu y reviso las noticias en las versiones electrónicas de los diarios peruanos o me engancho con algún programa descargado en Youtube, me encuentro con artículos de diversos tamaños pero parecido contenido. "Aún no encuentran a Ciro", leo con pena entre líneas. Luego la imagen de su familia que me llega de lejos me conmueve. 
Me puedo solamente imaginar el hondo pesar que causa la ausencia de un hijo, la angustia interminable de que las horas y días transcurran entre la incertidumbre y la poca esperanza.
Más de un mes ha pasado ya, pero pareciera que el amor de padre es tan grande, que ni el tiempo o el pesimismo logran siquiera amilanar su espíritu.
Puedo sentir con cada entrevista que escucho y veo atenta, la entrega y el cariño incondicional que une a los seres humanos, tanto o más que la sangre misma.
El verdadero amor nunca desfallece.
El verdadero amor conserva siempre la fe.
Estoy segura que ahora él debe estar protegido por el inmenso calor y pureza de los buenos deseos y las ganas de todos que regrese a casa.
Probablemente son muchísimos más los casos como éste, probablemente suceden más a menudo de lo que nos imaginamos y quien sabe ahora mismo mientras escribo, suceda algo parecido. Pero como las personas generalmente somos indiferentes al dolor ajeno, o nuestro ritmo agitado no nos permite hacer una pausa para pensar en los demás, terminamos desconociéndolos por completo.
En ocasiones hacen falta luces, flashes, sets de televisión y letras de imprenta para dejar por fin de hacer oídos sordos y permitir que nuestro corazón al fin escuche.
Un buen día hace mucho tiempo, regresé a casa de uno de mis acostumbrados viajes en la universidad y mi hermana mayor ya no estaba.
Decidió simplemente una repentina mañana, levantarse en puntitas, coger su mochila y salir tras la puerta sin siquiera dejar alguna nota de despedida.
Sentía tanto miedo a las consecuencias de su embarazo inesperado, que prefirió huirle a las riñas y sin igual enojo de mis padres.
Prefirió irse para no tener que dar explicaciones ni desilusionar a nadie.
Ahora mismo no recuerdo bien si fueron sólo semanas o más bien meses de angustia para toda mi familia. Pero sin embargo todavía recuerdo a todos en casa deambulando en silencio y con los ojos hinchados y gastados de tanto llorar.
Por mi parte, yo asistía a las clases en la universidad como mera formalidad, andaba presente sólo en cuerpo más no en espíritu.
Por aquél entonces no teníamos la menor idea que se trataba de Sebas que venía en camino.
Cuando el horror por fin acabó y mi hermana, de la mano de mi ahora cuñado, tomaron la que imagino fue la decisión más madura en sus vidas y decidieron por fin volver a casa; reconocí en los ojos y abrazos de mis padres lo que nunca antes, hasta aquél preciso instante había visto.
El verdadero amor entiende.
El verdadero amor te estrecha en sus brazos y está dispuesto a darte cuantas veces sean necesarias, la bienvenida.
Desde ese entonces comprendí por completo cuanto de cierto había en eso de que el amor de padres es incomparable.
Nada hay semejante con el sentimiento que empuja y alienta a nuestros progenitores a no solamente concedernos la vida, sino además a dedicarnos la suya y empeñar su fortuna para asegurarnos un futuro feliz.
Todos hemos tenido desacuerdos, pequeñas peleas, todos nos hemos sentido por ellos alguna vez incomprendidos.
Quizás hayan algunos más modernos que otros, quizás existan otros más bien estrictos como los míos.
Pero lo que finalmente todos tienen en común, es que son el aire constante que mueve nuestras alas y la mano extendida, cuando la altura nos deja caer.



lunes, 16 de mayo de 2011

Mala suerte?

Había llegado el fin de semana, sin planes previos para variar pero sin embargo alegremente bien recibido. Viernes al fin, suspiramos Marquitos y yo a la vez que nos disponíamos a buscar una película que nos entretuviera aquella noche tibia y prometedora.
Después de algunos minutos esperando impaciente frente al microondas, regresé a nuestra habitación triunfante con un bowl lleno de pop corn y un par de bebidas frías. Su rostro después de mi breve ausencia lucía compungido. El semblante relajado que dejé por unos instantes abriendo nuestra correspondencia, había cambiado y empequeñecido su sonrisa al punto de volverla invisible.
Después de insistir varias veces y de recibir falsas negativas, Marquitos confesó al fin qué era aquello que repentinamente le cambió el estado de ánimo y le quitó los colores del rostro.
Cinco mil euros, exclamó a secas.
Cinco mil euros tenía que pagar de vuelta a la compañía para la cual trabajaba antes de volverse independiente, como una especie de indemnización por su repentina renuncia.
Cinco mil euros era el precio de su libertad y de su autonomía.
Luego acotó que en realidad venía venir aquél suceso para mí desconcertante, pero en definitiva no con tal prontitud.
Cinco mil euros son cinco pasajes ida y vuelta al Perú, dejaron escapar mis cálculos en palabras. 
Son las potenciales vacaciones de por lo menos el siguiente par de años en Europa.
Mi mente hizo cuentas rapidito y me sentí terriblemente culpable al recordar el nuevo juego de servilletas que combinaba tan lindo con el nuevo mantel que por la tarde había recientemente adquirido, en uno de mis ya tan acostumbrados ataques de compras compulsivos.
No importa le dije, mirándole a los ojitos azules compasiva, las vacaciones de verano las pasaremos por aquí cerquita.
El me miró de vuelta y sonrío avergonzado, muerto de pena porque pensaba que de alguna forma me estaba fallando.
Sin querer después se me escapó la típica frase que acompaña a nuestros momentos de angustia, mal humor o decepción:
-"Qué mala suerte!"
Entonces Marquitos volteó y con su ya conocida dulce sabiduría me respondió:
-"Mala suerte es suerte también."
En alemán, mala suerte se dice "Unglück", "Glück" significa suerte y el prefijo "un" significa sin. En su idioma tener mala suerte representa ni siquiera tenerla.
Así que cada vez que se me escapa la dichosa frase: "Qué mala suerte", mi esposo me repite sonriente: "Pero es suerte también Milena." 
Suerte al fin y al cabo.
Sencillamente una suerte que te hace esforzarte más, que te exije pensar con más calma, que te sugiere planear mejor, que te prepara para tomar mejores decisiones. 
Que te enseña.
La mala suerte, que es suerte también; nos vuelve simplemente más sabios.
Alguna vez leí en algún lado que en esta vida sólo se trata de pedir, de desear firmemente, de añorar con el corazón.
Pídeme lo que quieras y te lo daré, dice algún pasaje de la Biblia.
Ayúdate que yo te ayudaré.
Fe es la sustancia.
Entonces por qué no pensar y pedir en grande. Por qué no actuar para merecerlo.
Hace un buen tiempo me hice esa pregunta a mí misma y desde ese entonces cargo en la billetera que mi mami alguna navidad pasada me regaló, no un dólar precisamente, cargo más bien orgullosa mi "Cien mil dólar de la suerte."
Es cuestión de perspectiva, digo yo!


martes, 10 de mayo de 2011

Love & Marriage

Se casaron y vivieron felices para siempre, o vivieron felices comiendo perdices... Sea como sea, en la práctica el matrimonio es mucho más que eterna felicidad, sonrisas siempre listas al sonido de un flash o declaraciones abiertas y públicas de amor.
El matrimonio es muchísimo menos sencillo que cualquier imaginación dulce o quinceañera, más difícil que intercambiar aros junto a promesas de fidelidad o entrega y definitivamente más complicado que jugar al papá y a la mamá como solíamos hacerlo en la infancia. 
No hay escuela, receta, metodología o pasos confiables que te aseguren un matrimonio exitoso. No son suficientes los artículos publicados, los libros o las terapias de pareja para emprender un viaje con destino feliz.
El viaje en cambio no tiene rumbo fijo y más bien hartas paradas intempestivas; no hay salvavidas circular ni naranja que te alivie por completo o acalle tus miedos; no bastan los consejos de mamá o de tu mejor amiga; el mapa y la brújula solamente dos han de poseerlos. Los protagonistas viajeros.
Pero de qué sirve tanto instrumento de orientación si en medio de alguna turbulencia caemos en la desesperanza y la sinrazón.
No es fácil escuchar porque algo de egoístas tenemos todos y preferimos que otros presten oído a nuestras réplicas y demandas.
El desasosiego nos inunda y la rabia nos vuelve pesimistas y hasta en algunos casos fatalistas.
El Domingo fue otro Día de la Madre sin ser yo parte de las homenajeadas, otro día especial que agradecí por la madre que tengo, y pensé con cariño y respeto en todas las mamás que conozco y me causan admiración.
Me sentí nostálgica por no tener la suerte de celebrar el día junto a mis rostros maternales favoritos y resonaron en un eco silencioso mis ganas indescriptibles de ser también llamada mamá.
Me sé de memoria el rollo de las responsabilidades, los grandes cambios y la labor ardua y tenaz que representa la maternidad. He escuchado hasta el cansancio del perfil idóneo, el ambiente adecuado y las características imprescindibles que la aspirante debe poseer y ofrecerle a un niño.
Puedo asociar perfectamente el hecho de ser madre con actos desinteresados, desapego personal, amor incondicional y paciencia de santa.
Pero a mi corazoncito poco temor le causa la lista interminable de requisitos y prólogos que la experiencia de otros me ofrece.
A mi ilusión no logran opacar el brillo las noches de desvelo, la cambiadera de pañales  o el poco tiempo libre que dicen al final te queda.
Me estremecí de impotencia y frustración, porque a mi parecer las cosas de este lado del mundo transcurrían todas muy lento para mí. 
Me cegaba de rabia ante un idioma que me trae a diario de cabeza y me hace en ocasiones cometer errores y hasta sonar tonta.
Me rehusaba a creer que mi destino se dejaría al final seducir por las pocas o insuficientes oportunidades que este país me ofrece y no por las oportunidades que mis capacidades y yo merecemos.
Así andaba triste y cabizbaja deambulando en medio de este departamento que es producto de nuestro esfuerzo y entonces recordé las primeras noches que juntos aquí pasamos. Rodeados de bolsas amarillas inmensas que hacían las veces de ropero y cajas apiladas en desorden. Paredes todas blancas y rincones solitarios. 
Más de un par de noches jugamos en el suelo casinos alumbrados por velas y dormimos sobre cajas de cartón, una sábana y nuestras almohadas.
Recuerdo aquellos días con cariño porque las carencias y las habitaciones vacías, no hacían más que evidenciar ante nuestros ojos, que había por fin llegado nuestro tan esperado comienzo.
Se trataba de dos recién casados, empezando de cero y jugándoselas todas en un ciudad tan lejana como ajena.
Apostamos por un futuro juntos, en un barrio que nada tiene de residencial, en un departamento que no posee jardín o balcón porque no lo creímos necesario y una cocina de segunda mano que nos costó una ganga y me encanta.
Supongo que ese es el legado más preciado de mi esposo, su valentía y sus ganas contagiables de mirar las cosas con los ojos del corazón.
Hemos madurado diez años en estos casi cuatro últimos que llevamos juntos, hemos aprendido a establecer nuestro amor como prioridad y no dependemos en absoluto de las apariencias o falsos lujos que no forman parte de nuestros sueños.
Es entonces que mirando cada diminuto error en las paredes que mis propias manos pintaron, o en los cuadros que elegí a mi gusto, me siento satisfecha; no por los cumplidos que recibo cuando nos llegan visitas, o por la armonía y calidez que dicen reina en cada habitación, sino porque cada pequeño detalle, cada tornillo, cada mueble que impacientes armamos; son el producto de nuestras ansias compartidas, de nuestros cálculos en el aire, de nuestras divagaciones optimistas, son parte de nuestros sueños hechos simplemente realidad.
Caí finalmente en la cuenta, que si la vida prefiere entretenerme un ratito demás, postergar mis planes y marchar despacito para simplemente desarrollar mi paciencia, cuestionar mi capacidad y comprobar mi fortaleza de espíritu; son ya varias las pruebas que solita he concluido exitosa, y que con certeza ahora tan bien acompañada, he de llevar a cabo para variar, como siempre victoriosa.


miércoles, 4 de mayo de 2011

365 días

Nació con los ojitos color cielo despejado, el cabello dorado como el sol y los cachetes sonrosados.
A decir verdad no le hacen gracia sus cumpleaños porque en el fondo hubiera querido alargar su niñez hasta hoy.
Recuerda con nostalgia las Navidades con su abuela y echa de menos el árbol que juntos sembraron.
No le provocan ansias las velas del pastel ni los regalos inmensos envueltos en papeles vistosos o adornados con un lazo descomunal.
No es fanático de los globos, los engreimientos o las fanfarrias.
Sin embargo su desgano y escaso espíritu de celebración me importan poco.
No puedo evitar llenar su día de besos, levantarme de madrugada y en puntitas esparcir colores y buenos deseos por todo el edificio.
Me sobran motivos para pasármela sonriente y contar los minutos para darle finalmente el abrazo. No veo las horas de cantarle desentonada alrededor de una vela y pedir por lo bajo que sus deseos secretos se cumplan.
Y todo porque en mi mente regreso en el tiempo e imagino cuantas coincidencias maravillosas tuvieron que suceder una tras otra para poder hoy celebrar con él otro cumpleaños feliz.
Contemplo su ser que ha cambiado a lo largo de los años y me derrito al pensar que fue concebido totalmente a mi gusto y medida. Cada partecita minúscula, cada peca, cada latido; fueron planificados celestialmente por Dios para enamorarme.
Es el regalo más maravilloso que alguna vez me pude siquiera imaginar y que cada cinco de Mayo feliz desenvuelvo.
Durante esas 24 horas celebro 365 días más de su amor y compañía.
Pocas son las verdades absolutas que poseo o las certezas en mi vida, sin embargo el calendario de mis días marca de un color indeleble mi número favorito y sabe a ciencia cierta que es tiempo de maravillarse y festejar.
Tiempo de agradecer por una inolvidable vuelta alrededor del sol y renovar energías para emprender otro de esos viajes anuales.
Mañana estarás de cumpleaños y desde hoy las cosquillas y las mariposas me invaden, mañana el mundo sonreirá contento por cobijarte un año más y yo también sonreiré complacida de estar a tu lado para compartirlo.
Mañana celebro que naces de nuevo, para bendecir mi días y hacer de mi vida una existencia sencillamente feliz.
Te deseo de todo corazón, éste que has de poseer para siempre; que tus sueños se cumplan y tus sonrisas permanezcan siempre amplias y frescas. Que nunca te falten motivos para sentirte afortunado y que encuentres todas las oportunidades que buscas y toda la felicidad que mereces.
Y por supuesto, muchísimas millas más alrededor del sol junto a mí...
I love you so "Mausito Cumpleañero"!