martes, 10 de mayo de 2011

Love & Marriage

Se casaron y vivieron felices para siempre, o vivieron felices comiendo perdices... Sea como sea, en la práctica el matrimonio es mucho más que eterna felicidad, sonrisas siempre listas al sonido de un flash o declaraciones abiertas y públicas de amor.
El matrimonio es muchísimo menos sencillo que cualquier imaginación dulce o quinceañera, más difícil que intercambiar aros junto a promesas de fidelidad o entrega y definitivamente más complicado que jugar al papá y a la mamá como solíamos hacerlo en la infancia. 
No hay escuela, receta, metodología o pasos confiables que te aseguren un matrimonio exitoso. No son suficientes los artículos publicados, los libros o las terapias de pareja para emprender un viaje con destino feliz.
El viaje en cambio no tiene rumbo fijo y más bien hartas paradas intempestivas; no hay salvavidas circular ni naranja que te alivie por completo o acalle tus miedos; no bastan los consejos de mamá o de tu mejor amiga; el mapa y la brújula solamente dos han de poseerlos. Los protagonistas viajeros.
Pero de qué sirve tanto instrumento de orientación si en medio de alguna turbulencia caemos en la desesperanza y la sinrazón.
No es fácil escuchar porque algo de egoístas tenemos todos y preferimos que otros presten oído a nuestras réplicas y demandas.
El desasosiego nos inunda y la rabia nos vuelve pesimistas y hasta en algunos casos fatalistas.
El Domingo fue otro Día de la Madre sin ser yo parte de las homenajeadas, otro día especial que agradecí por la madre que tengo, y pensé con cariño y respeto en todas las mamás que conozco y me causan admiración.
Me sentí nostálgica por no tener la suerte de celebrar el día junto a mis rostros maternales favoritos y resonaron en un eco silencioso mis ganas indescriptibles de ser también llamada mamá.
Me sé de memoria el rollo de las responsabilidades, los grandes cambios y la labor ardua y tenaz que representa la maternidad. He escuchado hasta el cansancio del perfil idóneo, el ambiente adecuado y las características imprescindibles que la aspirante debe poseer y ofrecerle a un niño.
Puedo asociar perfectamente el hecho de ser madre con actos desinteresados, desapego personal, amor incondicional y paciencia de santa.
Pero a mi corazoncito poco temor le causa la lista interminable de requisitos y prólogos que la experiencia de otros me ofrece.
A mi ilusión no logran opacar el brillo las noches de desvelo, la cambiadera de pañales  o el poco tiempo libre que dicen al final te queda.
Me estremecí de impotencia y frustración, porque a mi parecer las cosas de este lado del mundo transcurrían todas muy lento para mí. 
Me cegaba de rabia ante un idioma que me trae a diario de cabeza y me hace en ocasiones cometer errores y hasta sonar tonta.
Me rehusaba a creer que mi destino se dejaría al final seducir por las pocas o insuficientes oportunidades que este país me ofrece y no por las oportunidades que mis capacidades y yo merecemos.
Así andaba triste y cabizbaja deambulando en medio de este departamento que es producto de nuestro esfuerzo y entonces recordé las primeras noches que juntos aquí pasamos. Rodeados de bolsas amarillas inmensas que hacían las veces de ropero y cajas apiladas en desorden. Paredes todas blancas y rincones solitarios. 
Más de un par de noches jugamos en el suelo casinos alumbrados por velas y dormimos sobre cajas de cartón, una sábana y nuestras almohadas.
Recuerdo aquellos días con cariño porque las carencias y las habitaciones vacías, no hacían más que evidenciar ante nuestros ojos, que había por fin llegado nuestro tan esperado comienzo.
Se trataba de dos recién casados, empezando de cero y jugándoselas todas en un ciudad tan lejana como ajena.
Apostamos por un futuro juntos, en un barrio que nada tiene de residencial, en un departamento que no posee jardín o balcón porque no lo creímos necesario y una cocina de segunda mano que nos costó una ganga y me encanta.
Supongo que ese es el legado más preciado de mi esposo, su valentía y sus ganas contagiables de mirar las cosas con los ojos del corazón.
Hemos madurado diez años en estos casi cuatro últimos que llevamos juntos, hemos aprendido a establecer nuestro amor como prioridad y no dependemos en absoluto de las apariencias o falsos lujos que no forman parte de nuestros sueños.
Es entonces que mirando cada diminuto error en las paredes que mis propias manos pintaron, o en los cuadros que elegí a mi gusto, me siento satisfecha; no por los cumplidos que recibo cuando nos llegan visitas, o por la armonía y calidez que dicen reina en cada habitación, sino porque cada pequeño detalle, cada tornillo, cada mueble que impacientes armamos; son el producto de nuestras ansias compartidas, de nuestros cálculos en el aire, de nuestras divagaciones optimistas, son parte de nuestros sueños hechos simplemente realidad.
Caí finalmente en la cuenta, que si la vida prefiere entretenerme un ratito demás, postergar mis planes y marchar despacito para simplemente desarrollar mi paciencia, cuestionar mi capacidad y comprobar mi fortaleza de espíritu; son ya varias las pruebas que solita he concluido exitosa, y que con certeza ahora tan bien acompañada, he de llevar a cabo para variar, como siempre victoriosa.


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