Aprendí con él a probar cosas nuevas. A montarme a una moto y pasear abrazada a su espalda una tarde de verano, a perderle el miedo a los gatos que antes me causaban terror, a dormir durante todas las estaciones del a
o con la ventana del cuarto entreabierta.
Hasta el gusto me cambió y ahora pruebo encantada comidas y sabores que antes me rehusaba y escucho atenta cuando me habla de Torvalds o de Linux.
He comprendido al fin, las bondades de un software libre y de una vida descomplicada.
Aprecio ahora mejor gracias a él, la belleza que esconde lo simple y lo sencillo.
Ni el maquillaje o mi ropa le importan, porque a él le parezco todavía más linda cuando recién despierto y sonrío.
Me explica paciente todo aquello que hay que explicar y perdona mis metidas de pata y le da siempre que sea necesario, una segunda oportunidad a mi inmadurez.
Con él yo río a carcajadas, a él le cuento emocionada mi día y cuando estoy en desacuerdo y peleamos, disfruto doblemente de la reconciliación.
Él me habla gracioso en mi idioma para enternecerme y canta desafinadísimo las canciones que hace mucho, un día grabé para él.
Me abraza tibiecito cuando me da nostalgia, me lleva té a la cama y me engríe cuando no me siento bien.
Es mi razón para decidirme a vivir lejos, para descifrar una gramática indescifrable, para arriesgarme a empezar todo nuevamente de cero.
Con él me imagino cambiando pa ales, y no concibo mejor padre, más paciente o amoroso, que él con nuestros futuros bebés.
La rutina nos roba en ocasiones la oportunidad de sorprendernos, pero siempre que hayamos un espacito peque o, tratamos de recordarnos, con o sin palabras, cuánto amor nos une y cuán felices nos hace dormir abrazados y despertar juntos también.
Fueron muchos los meses y los kilómetros que alguna vez nos separaron, pero sin embargo no hubo siquiera un día que él no me animara a seguir intentándolo, o me asegurara bajito por teléfono que lo nuestro tendría un "happy end".
Cada despedida en el aeropuerto se llevaba una parte importante de mí, y ahora que vivimos juntos cuando se despide por la ma ana para ir al trabajo, me quedo pensando y agradezco en silencio a la vida tan generosa, por darme la oportunidad cada día de crecer junto a él.
Lo amo por ser perfectamente imperfecto, me divierten cada una de sus extravagancias y todas sus manías, me derrito cuando intenta hablar fluido el castellano o hace algún gesto gracioso para lucir en cambio más serio, me sorprende su habilidad para lidiar con trámites y papeles que a cualquiera volverían loco, me enorgullecen su independencia y cómo tan joven a pesar de las dudas y riesgos, decidió un buen día volverse su propio jefe y hoy después de tanto esfuerzo, le va muy bien.
Tengo la fortuna incalculable de poseer su corazón, sus palabras dulces y su alma transparente.
Quizás algún día pueda leer esto y entender cada palabra a la perfección, quizás algún día su mente y su instinto entiendan simultáneamente cuánta belleza me inspira y cuánto amor contienen estas líneas.
Mientras tanto seguramente hará uso de algún traductor y sonreirá complacido junto a algún diccionario.
Pero es que como algún día hace mucho tiempo le dije... el amor en espa l, suena todavía más bonito.
Con él me imagino cambiando pa ales, y no concibo mejor padre, más paciente o amoroso, que él con nuestros futuros bebés.
La rutina nos roba en ocasiones la oportunidad de sorprendernos, pero siempre que hayamos un espacito peque o, tratamos de recordarnos, con o sin palabras, cuánto amor nos une y cuán felices nos hace dormir abrazados y despertar juntos también.
Fueron muchos los meses y los kilómetros que alguna vez nos separaron, pero sin embargo no hubo siquiera un día que él no me animara a seguir intentándolo, o me asegurara bajito por teléfono que lo nuestro tendría un "happy end".
Cada despedida en el aeropuerto se llevaba una parte importante de mí, y ahora que vivimos juntos cuando se despide por la ma ana para ir al trabajo, me quedo pensando y agradezco en silencio a la vida tan generosa, por darme la oportunidad cada día de crecer junto a él.
Lo amo por ser perfectamente imperfecto, me divierten cada una de sus extravagancias y todas sus manías, me derrito cuando intenta hablar fluido el castellano o hace algún gesto gracioso para lucir en cambio más serio, me sorprende su habilidad para lidiar con trámites y papeles que a cualquiera volverían loco, me enorgullecen su independencia y cómo tan joven a pesar de las dudas y riesgos, decidió un buen día volverse su propio jefe y hoy después de tanto esfuerzo, le va muy bien.
Tengo la fortuna incalculable de poseer su corazón, sus palabras dulces y su alma transparente.
Quizás algún día pueda leer esto y entender cada palabra a la perfección, quizás algún día su mente y su instinto entiendan simultáneamente cuánta belleza me inspira y cuánto amor contienen estas líneas.
Mientras tanto seguramente hará uso de algún traductor y sonreirá complacido junto a algún diccionario.
Pero es que como algún día hace mucho tiempo le dije... el amor en espa l, suena todavía más bonito.
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