Y las minorías hablaron, esas que cansadas de ser ignoradas, de ser continuamente postergadas, alzaron su voz y decidieron elegir a su manera y mejor parecer un nuevo rumbo.
Esas que no tienen acceso a la información y que poco o nada les interesa ojear el Plan de Gobierno de su candidato favorito, porque simplemente no entienden mucho de palabras difíciles que sólo las enredan y confunden.
Esas que esperan que un discurso les llegue al corazón y no los adornen con cifras y estadísticas.
Esas que buscan identificarse con alguien que escuche su drama y su hondo pesar. A las que poco les vale que un candidato tenga una maestría en el extranjero, haya sido graduado con honores o posea un curriculum envidiable, si no les habla claro, alto y facilito.
Esas cuyos hijos no pueden seguir una carrera, porque la plata no alcanza y es más conveniente reemplazar el conocimiento por una entrada fija que pague cuentas y recibos.
Aquellas que no tuvieron la oportunidad hasta ahora de volverse más sabias y que destinan a los hermanitos mayores a vender caramelos y limpiar lunas.
Pocos lamentablemente; y hay que reconocerlo, tenemos la suerte, porque de dónde yo vengo es más cuestión de azar y buena fortuna que un derecho respetado; de educarnos como Dios manda, de desarrollar la capacidad de emitir juicios de valor, de entender a profundidad y poder analizar discursos políticos, pocos manejamos bien las estadísticas que aprendimos a interpretar en algún curso en la universidad.
Debe ser que la indignación y la decepción que nos producen unos resultados electorales desalentadores, nos hacen olvidar por momentos, aquellos menos afortunados pero igual de peruanos como nosotros mismos; que se cansaron, que hicieron esta vez mayoría y pidieron un cambio radical. Un cambio que si ha de ser antisistemático, nuevo, liberal o hasta riesgoso, finalmente los incluya.
En el fondo cada Peruano aspira y sue
a lo mismo, al final todos por igual queremos nuestro bienestar, la diferencia está en cómo cada uno particularmente concibe el progreso, cuánto estamos dispuestos a sacrificar o a arriesgar para conseguirlo.Hoy habrá que tomarse un respiro, acallar las aguas, mirar con atención y descubrir cuánta indiferencia pululaba por los aires.
Hoy no se trata de ser populista, nacionalista o pesimista, hoy más bien se trata de voltearnos para ver atentos nuestra verdadera realidad. La desde hace mucho ignorada. La que nos sonroja y nos incomoda. Esa que te toca la luna del carro cuando el semáforo está en rojo o te vende golosinas en los micros.
Por ahora estaremos muchos en desacuerdo, por ahora expresaremos algunos impotencia o frustración.
Pero pronto habrá que ser buenos perdedores. Habrá que mirar para adelante.
Pronto sin más opción, tendremos que cambiar la desesperanza, por el beneficio de la duda y la buena fé.
Al final todos somos igual de víctimas del desacierto; los que eligieron mal porque no supieron cómo elegir, y los que elegimos bien y sin querer queriendo no le dimos a los demás, la oportunidad de elegir mejor.
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