Ayer tuve mi primera clase de inglés con Federica, tiene 11 años, pecas en los cachetes y el pelo corto y rojizo. Su timidez y su voz bajita, sin embargo, me hicieron sentir conmovida. Cuando estuvimos a punto de practicar un diálogo, unas ganas de abrazarla me invadieron al punto de casi mover mis brazos. Debe ser que me gustan mucho los niños y que extraño infinitamente a mis sobrinos concluí. Ahora que estoy mucho más lejos de ellos ando por las calles sonriéndole inconscientemente a cuanto niño en brazos, a pie, o en coche me encuentro.
Cuando vi todos sus cuadernos desordenados y su letra casi indescriptible, me acordé de Sebas, mi conejito mayor.
Luego todo el camino a casa me la pasé pensando, y me entró la duda y al final el pánico de que mi Sebas ya no se acordara de mí, o de que su mente pequeñita ya no me evocase feliz como de costumbre.
Entonces pensé en la distancia que nos separa y los días eternos que no lo veo.
Se me estrujó el corazón y me acordé de cuándo aún era más chiquito y lo tenía todo el tiempo merodeando e invadiendo el que era mi cuarto, hasta que un buen día entró como de costumbre sin avisar y me encontró de lo más absorta envolviendo un paquete, se acercó a mi cama y me preguntó curioso sobre su contenido y su destinatario. Después de explicarle que era un regalo que enviaría hasta Alemania porque mi novio estaría de cumpleaños en un par de semanas; tiempo necesario para que mi paquete después de cruzar mares, océanos y continentes llegase hasta sus manos el día indicado; se quedó callado, cabizbajo y pensativo. Luego le pregunté como para animarlo si le parecía linda mi tarjeta y el par de regalitos que había comprado, después de un corto silencio, Sebas pronunció solemne cuatro palabras: "Milena, no te cases!" No puedo negar que esa frase me tomó por sorpresa, cuando me encontraba tratando de disimular mi sonrisa, Sebas prosiguió: "Es que si te casas luego tendrás tus propios hijitos, y si tienes tus propios hijitos entonces ya no me querrás más, porque ellos te parecerán mucho más bonitos." Él no acababa de terminar la oración y yo ya andaba derretida de la pura ternura que salía en fila de sus labios.
Supongo que luego de aclarar un poco mi voz y retirar muy rápido y sutilmente alguna lágrima, le respondí con una de las pocas verdades absolutas que poseo: "No te preocupes Sebitas, que yo a ti te voy a querer siempre, por el resto de mi vida."
Sebas sonrió, su carita ya reconfortada, ignorante de ese maravilloso e inolvidable momento, ajeno totalmente a nuestra promesa de amor eterno, se dirigió a un osito de peluche que formaba parte de mi sorpresa de cumpleaños, lo tomó en sus manitas y exclamó: Qué lindo, me lo regalas?
Te amo mi Sebas, desde siempre y para siempre...
Ésta es definitivamente una de mis entradas favoritas! Lindas tus palabras Mile, me enternece y conmueve lo que sientes por Sebas. Besos para los dos. =)
ResponderEliminarJime.